Una CURA DE HUMILDAD


Durante varios días de este año he pensado en estas palabras que dan título a nuestro tema. 

Cura de humildad.

La verdad que he pensado si soy o no humilde como para tener una buena cura, pero rápidamente me puse a repasar mis vivencias dentro de mis dos mundos el voleibol y la enseñanza.

Empezare por la enseñanza.

Creo que cualquier profesor tiene que ser lo suficientemente humilde como para sobrevivir en este difícil mundo. Las condiciones con las que contamos no son las mejores para impartir nuestra profesión, y el poco apoyo de la sociedad lo empeora aún más. Cada curso que comenzamos tenemos nuevos alumnos a los que impartir conocimiento y eso hace que pasemos continuamente un examen.

La humildad viene de no creernos saber todo, de cuestionarnos cada cierto tiempo la forma en que impartimos nuestra asignatura, en el método que utilizamos, en los contenidos que explicamos, en la relación que tenemos con los alumnos y con nuestros compañeros, en la ayuda que prestamos a todos los miembros de la comunidad educativa, en definitiva en pensar que mañana podemos empezar a tener problemas donde antes teníamos soluciones.

Siempre pensé que los profesores somos una comunidad poco corporativa. Todos licenciados, con materias tan diversas que parece que no tuviéramos ningún punto en común. Pero el común son los alumnos.

Muchos piensan que cada uno “se salve sus habichuelas”, que luche solo con lo que tiene en clase, pero ahí es donde nos confundimos. Esa es nuestra cura de humildad.

Pensemos que en cualquier momento todo se puede volver en tu contra, que esos alumnos que te admiraban ya no creen en ti, que esos compañeros que veían una referencia en ti la pierden, que el equipo directivo que confiaba tanto en ti ya no puede seguir apoyándote, y que la confianza que tú tenías en tu metodología ha desaparecido.

Yo lo llamo “la perdida de la magia”. Los profesores parece que hacemos magia con los alumnos, y hay momentos que esta se pierde. En ese momento queremos aferrarnos a lo que siempre se nos dio bien, pero ya no funciona, y entonces pedimos ayuda, esa que en algún momento no prestamos porque a nosotros no nos iba a pasar. Confundidos estábamos y no supimos verlo.

Veo en muchas reuniones que todos queremos salvar nuestro trabajo criticando a los demás y prestando el mínimo apoyo a aquellos que sufren. La empatía tendría que ser nuestra palabra de bitácora, pero como dice el título un poquito de cura de humildad nos vendría bien a todos. Todos estamos expuestos en este negocio a pasar por lo que otros pasan, así que pensemos en soluciones y no en tirar balones contra dichos tejados. La cura de humildad sucede desde el mismo momento que piensas que a ti también te puede pasar, porque verdaderamente a todos nos pasa.

Nos engañamos con que ese alumno con nosotros se porta bien, porque es el resto el que no sabe tratarlo. Que todos se enteran de nuestra asignatura, porque es el resto el que no sabe explicar. Nunca puse un parte, porque no lo necesito.

Entonces recuerdo a un viejo profesor del IES Juan de Villanueva que en mis comienzos como profesor me dijo:

 “Cuando comencé en los años 60 a ser profesor me llamaban DON FRANCISCO hoy que estoy a punto de jubilarme me llaman PACO PORRAS, todo se pierde Román”. Estábamos en el año 2001

Cada uno que tire piedras contra otro tejado, pero que piense en que las piedras pueden volver contra el suyo.

Ya dije que mi vida tiene dos mundos y en el voleibol también se necesita dicha cura.

Yo la he sufrido durante toda mi vida, pero esta temporada mucho más.

Durante muchos años he charlado con mis allegados sobre mi idea de no llevar más de tres años un proyecto de equipo. Mi gusto por entrenar equipos de base, así como la insistencia de seguir un modelo de juego que aglutine el trabajo en equipo de todo un club. He sufrido cada vez que me ponía manos a la obra con un nuevo equipo, y no por lo que se podía alcanzar, sino por el trabajo que había que realizar.

Cuando dejo un equipo, considero que ciertos automatismos están en un estado bastante avanzado como para poder trabajar en todos los gestos técnicos y de presentar una riqueza táctica acorde a la categoría que disputan. Creo que el trabajo desempeñado es suficientemente como para que el entrenador que tome las riendas pueda desempeñar su trabajo con unas opciones mínimas de progresión.   

Sin embargo, cuando uno toma la dirección de un equipo de nueva formación, esos conocimientos previos son casi inexistentes y toda tu sabiduría vale de poco ante la máxima DEL TIEMPO. Ese tiempo que cura todo, pero que tiene sus limitaciones ante el aprendizaje.

Para aprender un gesto necesitamos de tiempo, de tiempo y de muchas otras variables. Está claro que si la metodología o mejor dicho el MODELO TÉCNICO seguido es bueno, el aprendizaje es mejor y más rápido….pero lleva su tiempo. Hay jugadoras más hábiles, pero otras no lo son tanto y se necesita de un número de repeticiones para que el gesto comience a funcionar con la efectividad requerida.

Ahí viene la cura de humildad. Por muy bueno que sea un entrenador no tiene magia para que todo salga a la primera, ni a la segunda, lleva su tiempo. Es verdad que a mejor entrenador menos tiempo para el aprendizaje. En ese momento es cuando ese entrenador sufre por saber y no poder ayudar más a su equipo. Saber que todo saldrá pero no saber cuándo, tener paciencia en esperar y confiar en su trabajo, cuestionarse lo enseñado anteriormente y evaluarlo con lo que tiene.

Esa cura viene en pensar que entrenadores menos capacitados te ganan haciendo menos (o lo que tú consideras menos), pero la ley del tiempo no sabe de sabiduría. Es el momento de reflexionar como estaba el equipo hace meses y como está ahora, contra quien competía hace meses y contra quien compite ahora, la progresión que muestran tus jugadores por la que muestran los de los otros equipos, y está claro NO DESESPERARSE por el tiempo.

La cura de humildad está en lo que tú crees que puedes aportar, en lo que tú te mereces por los años que llevas, por lo que sabes, por lo que han realizado tus equipos, por lo que has ganado, etc y otra cosa es la realidad del día a  día. Tienes lo que tienes, has de sacar lo máximo y tienes que dar lo máximo. La historia no cuenta y por lo tanto es como si lo vivieras por primera vez. Eso sí, con la ayuda del conocimiento que te ha aportado tus años de experiencia y tus equipos pasados, tantos tus errores como tus aciertos.

Cuando uno se encuentra durante un partido y comprueba que cosas que tus equipos nunca fallaban, este nuevo si lo falla, aparece la desesperación. Muchos entrenadores se justifican, ponen ejemplos de equipos y jugadores que tenían, que fácil era con ellos y que difícil con estos, es donde debe aparecer la cura de humildad.

El deporte nos pone a cada uno en su sitio, no hay que creerse ni el mejor ni el peor, todo da muchas vueltas y nunca sabes donde puedes acabar. Lo que sí es importante es saber el trabajo que desarrollas, la ilusión y la pasión que pones en cada uno de los entrenamientos y el compromiso que tienes con tus jugadores. Eso es lo verdaderamente importante.

En mi nuevo proyecto del CV PINTO he tenido luces y sombras, he tenido mi particular cura de humildad, sin dolerme en absoluto el tener que haberla pasado. Feliz del momento vivido y pensado positivamente en las soluciones ideadas ante los problemas surgidos. Contento de que mis jugadoras aprendieran de lo que las he ido enseñando y de la mejora que han ido presentando. Del futuro que nos espera y del tiempo que tendremos por alcanzar los objetivos propuestos.

Todo no es color de rosa, pero el camino transcurrido ha merecido y mucho la pena.

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